Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, Monóvar - Semana Santa 2008


   
  Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, Monóvar
  Semana Santa 2008
 

 Crónica Semana Santa 2008


S
on las diez de la noche en nuestra ciudad. Se abren las puertas de la Arciprestal de San Juan Bautista. Nazarenos de hábito negro, solo salpicado del blanco de su escudo y su fajín, se hacen a la calle en la noche de Miércoles Santo. En silencio penitencial, roto por el redoble de los tambores, inicia su estación de penitencia la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad. Nuevos enseres se van incorporando al cortejo procesional. Unos para los más jóvenes, el futuro más próximo. Otros para los que ya tienen experiencia y se hacen con
los nuevos faroles de mano adquiridos merced a la colaboración surgida con los afamados “Capas pardas”.

Nuestra Señora de la Soledad en el interior del Templo el Viernes Santo 2008     El Trono de la Señora, cuajado de flores blancas, iluminado por su candelería y portado con paso cadencioso, pone un sello de recogimiento y emoción. La oscuridad se ha adueñado de la ciudad y los costaleros llevan a la Madre hacia un lugar determinado. Antes deben subir por unas calles tan empinadas como pudieron ser las que conducían al Gólgota. Después un descanso. Un bonito jardín lleno de historia, de recuerdos y que en unos días acogerá el encuentro de la Señora del Remedio con Jesús hecho Eucaristía, pero que hoy, esta noche, será el punto de encuentro con la otra Señora. La de los Dolores.

     Las dos bandas de tambores se han fusionado y a los sones de la marcha procesional "Gitanos, Dolores y Misericordia"  se contemplan dos escenas. María con su Hijo muerto entre los brazos, el mayor sufrimiento para un madre, abrazar a su hijo ya sin vida. Enfrente, María en su Soledad. En ambas imágenes podemos ver presentes a todas la madres, a todas las mujeres que con elegancia y silencio sufren su soledad. Sufren y aceptan. Como acepta y asume la Virgen María, con los clavos entre sus manos, la corona de espinos y un pañuelo blanco, la palabra que le dio a Dios como mujer elegida. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.” (Lc 1, 38)

     El viernes en la tarde, nuevamente en la calle. En esta ocasión en la Procesión del Santo Entierro. Nuevamente los capuchos negros, con la luz de sus cirios acompañan a Nuestra Señora en su Soledad. Nuevamente, en la “Vía Dolorosa” de Monóvar procesiona la dulzura y la belleza.

     Ahora, el cortejo procesional nos depara escoltar el cuerpo ya sin vida del Hijo de Dios, yacente, inmóvil. Y su madre derrama lágrimas en el sufrimiento por la Pasión y Muerte de su amado. Aunque sabe que todos los silencios, todas las lágrimas, todos los sufrimientos, han merecido la pena, porque el Hijo pronto vencerá a la Muerte y con su Resurrección nos enseñará que el final no es la Muerte, sino la VIDA.
 
                                                                       Pablo Jaén Mira
 

 

 
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nació el 27 de Enero de 2008.

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